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Persona interesada en emprendimiento innovador
04 nov 2025
10 minutos
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Guía práctica para elegir la forma jurídica de tu startup

Elegir la forma jurídica de una startup es una decisión que impacta directamente en la organización, la financiación y el nivel de riesgo. Este post presenta los criterios clave y ofrece un marco para alinear al equipo y a los agentes inversores desde el inicio.

Forma Jurídica

Elegir la forma jurídica de tu startup no es un trámite, sino una decisión estratégica que condiciona tu velocidad de ejecución, el acceso a capital y tu riesgo personal. Una elección acertada te da protección, orden y credibilidad desde el primer día; una equivocada te frena cuando más necesitas crecer. Para decidir con claridad, conviene entender qué define esta elección y cómo alinear los intereses del equipo y de los agentes inversores desde el principio. 

La forma jurídica determina el alcance de la responsabilidad frente a deudas y reclamaciones, lo que impacta directamente en el patrimonio personal. Define también cómo tributan los beneficios y los mecanismos para distribuirlos entre quienes participan en la empresa. Afecta la facilidad para incorporar personas socias, emitir participaciones o acciones, articular planes de incentivos y negociar con agentes inversores. En el día a día, influye en los trámites de constitución, en las obligaciones contables y en los costes de cumplimiento. Además, configura la gobernanza: cómo se toman decisiones, cómo se resuelven conflictos y qué sucede ante la entrada o salida de personas socias.

En este post podrás conocer qué formas encajan mejor en cada etapa y cómo evitar errores que frenan rondas. Sigue leyendo y convierte tu elección legal en tracción real. 

Factores clave antes de decidir

Antes de elegir la forma jurídica, conviene elaborar una previsión de 12 a 24 meses que incluya ingresos estimados, necesidades de financiación, dimensión del equipo y principales riesgos operativos. Esta fotografía inicial permite valorar el nivel de exposición del proyecto y, en su caso, optar por estructuras que limiten la responsabilidad patrimonial cuando el riesgo sea relevante (reclamaciones, dependencia de proveedores, exigencias regulatorias). 

La composición del equipo fundador debe definirse con claridad —número de personas socias, reparto de capital y funciones— y, si procede, incorporar un esquema de vesting que vincule la permanencia a los derechos sobre participaciones. A partir de ahí, la fiscalidad se analiza con datos comparativos (IRPF frente a Impuesto sobre Sociedades), deducciones aplicables y coste total de constitución y cumplimiento (notaría, registro, contabilidad y asesoría). Asimismo, el sector puede condicionar toda la estructura jurídica mediante licencias, seguros, protección de datos y normativa de consumidores, lo que puede requerir una gobernanza más formal.

Finalmente, si se prevé operar fuera de España o atraer socios no residentes, conviene considerar la facilidad para incorporar inversión extranjera, crear filiales o emitir instrumentos convertibles, lo que suele demandar estatutos flexibles y capacidad para gestionar ampliaciones de capital. En conjunto, este análisis integra planificación, riesgo, equipo, fiscalidad, cumplimiento e internacionalización y orienta la elección práctica entre iniciar como autónomo, constituir una SL desde el comienzo o prever una transición a SA cuando la complejidad lo requiera.

En este sentido, estas son algunas preguntas útiles para orientar la decisión:

  1. Número de personas socias: ¿el proyecto se inicia de forma individual o con un equipo?, ¿qué funciones asumirá cada persona?
  2. Nivel de responsabilidad: ¿qué nivel de exposición estás dispuesto a asumir? ¿necesitas limitar la responsabilidad desde el inicio?
  3. Capital inicial disponible: ¿con cuánto capital cuentas?, ¿qué capital inicial es necesario para poner en marcha el proyecto?, ¿de qué fuentes provendrá (recursos propios, financiación familiar, préstamos) ?, ¿la forma jurídica elegida exige un capital social mínimo?
  4. Fiscalidad: ¿qué régimen fiscal te resulta más eficiente a medio y largo plazo?
  5. Inversión externa: ¿se prevé la entrada de agentes inversores (business angels, o fondos de capital riesgo)? ¿qué formas jurídicas son estándar y mejor valoradas por los agentes inversores en el sector y la etapa actual del proyecto?
  6. Gobernanza: ¿cómo se estructurará la toma de decisiones?, ¿se optará por una administración única, solidaria, mancomunada o un consejo de administración?
  7. Incentivos al equipo: ¿prevés stock optionsphantom shares u otros esquemas de participación?, ¿la forma jurídica escogida facilita la implementación de estos esquemas?
  8. Sector y cumplimiento: ¿qué licencias, seguros obligatorios y exigencias de RGPD y normativa de consumidores aplican?
  9. Internacionalización: ¿el modelo de negocio tiene una proyección internacional? ¿Se contempla operar en otros mercados, incorporar socios no residentes o establecer filiales en el extranjero?, ¿cómo impacta esto en estatutos y fiscalidad?

Responder con detalle a estas cuestiones permite comparar con criterio las alternativas (autónomo, SL, SA, etc.), cuantificar su impacto y elegir la forma jurídica más alineada con los objetivos, el riesgo y el ritmo de crecimiento del proyecto. Con este marco, a continuación, se describen las principales formas jurídicas para startups.

Principales formas jurídicas para startups 

Empresario/a individual (autónomo/a). 

Adecuado para validar una idea con baja facturación y necesidad de simplicidad. Permite iniciar rápido, con costes de constitución reducidos y gestión directa. A cambio, la responsabilidad es ilimitada y se tributa en IRPF por rendimientos de actividades económicas. Suele ser una opción temporal antes de migrar a sociedad. La experiencia de Anna Duran, fundadora de WeThink Human Talent, lo resume a la perfección: «empezar como autónoma me dio libertad para probar, equivocarme y aprender rápido. No contaba con agentes inversores detrás ni procesos lentos, solo la responsabilidad directa de hacer que mi idea funcionara. Esa agilidad fue clave para validar mi modelo antes de crecer».

Sociedad de Responsabilidad Limitada (SL, incluida SLU). 

Es la forma jurídica estándar para startups en España con uno o varias personas socias. Limita la responsabilidad al capital aportado y permite estatutos y pactos de socios adaptados a inversión y crecimiento. 

La SL es compatible con entrada y salida de personas socias, ampliaciones de capital y planes de incentivos (stock options y phantom shares), y encaja con la mayoría de las rondas tempranas. La experiencia de José Miguel Ávila, fundador de Qass, lo ilustra con precisión:  «nos permitió abrir la puerta a inversión, repartir responsabilidades entre socios y proyectar confianza frente a clientes. La estructura legal se convirtió en una herramienta de crecimiento, no en un trámite».

Sin embargo, este tipo de sociedad requiere contabilidad formal, depósito de cuentas y cumplimiento societario. Además, conviene diseñar los estatutos pensando en derechos de preferencia, arrastre/acompañamiento y gobierno del órgano de administración.

Sociedad Anónima (SA). 

Aporta mayor formalidad y flexibilidad para emitir distintas clases de acciones, estructurar rondas relevantes y acceder a mercados de capitales. Implica costes y obligaciones superiores (consejo, auditoría en ciertos casos, mayor rigor formal), por lo que no suele ser la primera elección en fases muy tempranas. 

Algunas startups migran de SL a SA cuando el tamaño y la inversión lo justifican. Capital social inicial elevado (60.000€ mínimo) y mayor complejidad administrativa.

Sociedad Civil y Comunidad de Bienes. 

Figuras sencillas para colaboraciones con bajo riesgo y sin intención de escalar ni captar inversión. Su constitución es económica, pero la responsabilidad de quienes participan es amplia y su encaje para startups con ambición de crecimiento es limitado. Estas figuras no tienen carácter de sociedades mercantiles, lo que limita su utilidad en proyectos con vocación de escalabilidad, atracción de inversión externa o internacionalización.

Convierte tu decisión legal en ventaja competitiva: define la estructura idónea en para ellos usa la herramienta “Elección de Forma Jurídica”, y consulta los trámites para emprender

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